24.12.14

La margarita inocente


Título original: “Cúc Hương Ngốc Dại”
Un cuento corto de Nguyễn Thiên Ngân traducido por Gai Chanh (Eric.)
Gracias a profesora María Dolores Bedoya Grandes (Lola) por corregir los errores en mi traducción.

Tuân vivía un poco lejos de mí. Algunas noches cuando regresaba de la clase de inglés pasaba por mi casa para darme una barra de chocolate y se daba prisa en irse en su bicicleta. Siempre tenía prisa, una prisa ridícula porque la mayoría de las veces no había nada para tener prisa. Quizás Tuân no sabía ocultar bien sus emociones por eso normalmente miraba para otro lado cuando le miraba a sus ojos.

La ciudad estaba en la estación lluviosa. Por la mañana se podía escuchar el murmullo de la lluvia fuera de la ventana al despertarme, eso me encantaba. No sabía por qué me gustaba el color gris lúgubre del cielo nublado o tormentoso. “Porque sabes que el sol siempre está detrás del nube, An”, Tuân me dijo cuando se lo comenté. Quizás Tuân pensara de manera tan excesiva como las novelas que leía. Simplemente me gustaba el cielo de gris, eso era todo.

Durante los días lluviosos, me sentaba quieto en el balcón mordisqueando el chocolate traído por Tuân. Siempre me compraba el chocolate amargo a pesar de que me quejé que solo me gustaba el chocolate blanco o el que tenía corazón de castaña. Eso es lo único que hizo contra mi voluntad. Día a día me acostumbraba al chocolate amargo desde un cuándo desconocido. Me di cuenta de que Tuân tenía razón. ¡Qué aburridas las barras de chocolate sin hiel! Si se acostumbra a la paz que le trae el chocolate blanco usted, cómo puede darse cuenta de que el regusto largo del chocolate amargo en boca suele ser muy dulce, una dulzura sorprendente, extraña.

A veces venía Tuân, en el balcón se sentaba conmigo, veíamos la lluvia en silencio. Apiló tierra en las macetas de margaritas pequeñas y bonitas, y las arrastró cerca hacia la pared con cuidado. “Me imagino que la lluvia está chocando contra estas margaritas suaves ¡pobre de ellas!”. – Tuân me explicó avergonzado cuando le miré sorprendente y con gusto. Balanceamos las piernas, a veces las gotas fritas de agua caídas en nuestras cabezas nos produjeron un gran sobresalto; respiramos el aire del espacio lluvioso que estaba mezclado con el olor acre familiar y el de las margaritas.

****

Hoàng apareció en mi vida trayendo un nuevo viento. Lo conocí en la clase de danza moderna a la que le traté de convencer a Tuân para participar por cientos de veces, pero lo desechó decisivo. No hubo más ni de las tardes de leer las novelas traídas por Tuân, ni de las conversaciones vagas sin llegar a nada. Hoàng y yo paseamos por las cafeterías de acera en la ciudad, me contó todos sus viajes. A veces estacionaba su moto en algún lugar y aparecía en frente de mi casa con su bicicleta deportiva, con entusiasmo me invitaba a dar un paseo. Las vueltas en bicicleta de repente me recordaban a Tuân, me sentía un poco arrepentida. Al pasar por la casa sin encontrarme, Tuân le dio el chocolate amargo a mi madre.

****

Nos encontramos fuera de lo normal en una tarde lluviosa, le dije radiante a Tuân:

– ¡Estoy saliendo con un chico!

– ¿En serio? – Tuân me respondió descuidado sin embargo no lo presté atención.

–No lo conoces – seguí yo radiante

– ¿De verdad?

– ¿Tienes otra sintaxis más interesante? ¿En serio? ¿De verdad? – empecé a enfadarme.

Tuân saltó a tierra desde el balcón mirándome con los ojos tan tristes, su voz entonces estaba también tan triste:

– Lo sabía antes de que me lo dijeras.

De manera angustiada, miró él a la maceta de margaritas debajo del balcón. También la miré asustado yo. Estaban marchitas margaritas, amarilleaban pálidas desde un cuándo desconocido. La lluvia todavía era tan intensa.

****

Desapareció Tuân con las macetas de margaritas marchitas. Muchos días pasaron sin que pasaba por mi casa nunca más. Me di cuenta de que, porque no había más barras de chocolate amargo dejadas por Tuân que tenían el regusto dulce, Hoàng estaba todavía tan nuevo e interesante como una historia de aventura, poco a poco me olvidé de Tuân y de tener antojo de una barra de chocolate amargo profundamente.

****

Al final de aquella estación lluviosa, Tuân apareció delante de mi casa como si no hubiera desaparecido nunca. Cogió en la mano una maceta de margaritas que tenía las hojitas verdes y los capullitos armarillos. Yo me sentía terriblemente avergonzada.

– No sé cuidarlas, van a marchitarse de nuevo.

Tuan la puso en el lugar viejo en silencio, y me dijo:

– Porque te olvidaste de cuidarlas An, sabes cómo hacerlo.

No sé por qué quería llorar. Así empezaron a derramarse mis lágrimas. Lloraba desconsoladamente como una niña azotada injustamente. Tuân se sintió avergonzado, sin embargo no me calmó de manera rápida como las veces anteriores. Abofeteó mi hombro de manera suave:

– Es broma, no lloras más. Margarita es una planta herbácea débil, después de florecer durante una temporada, va a marchitarse para que las semillas secas caídas crezcan de nuevo. Estas margaritas son de las semillas viejas. Si sólo las viera crecer ¡qué maravilla!

Lloré mucho, solo me calmé después de un rato. Hasta yo tampoco sé el porqué. Tuân estaba todavía muy calmado. Rompí yo el hielo con una pregunta para él:

– ¿Entonces dónde está mi chocolate amargo?

Sonrió Tuân:

– ¿Pienso que renunciaste a él desde hace mucho tiempo, An?

De repente quería llorar de nuevo. Tuân estaba todavía tan flemático como si no supiera nada, de manera lenta me dijo – estaba tan flemático como cuando le dije lo de Hoàng.

– ¡Oye An! Voy a volar este fin de semana. Me recogerá mi papá en Canberra. A veces me pongo nervioso, no sé cómo voy a tratar a la madrastra y sus hijos. Cuánto tiempo tardaré en que no sentirme como pez fuera del agua en ese lugar extraño. Incluso quiero quedarme aquí, abandonar todo que ha preparado mi papá para mí: los días de estudiar el inglés loco, trámites administrativos… Pero ahora yo sé, tengo que irme.

****

No recuerdo qué hice en la tarde que se fue Tuân. Solo recuerdo la sensación vacía rara, y que lloré inconscientemente. Cualquier cosa que me recordó a Tuân, a pesar de ser solo una hoja armarillo cayendo en el espacio en silencio, me hizo sollozar. Las barras de chocolate amargo compradas por mí no dejaron ningún regusto a nada, sino un amargor, un amargor terrible permaneció en mi alma para siempre, como una canción que de repente se hace silenciosa al llegar a su clímax y hace que la gente se sienta extraña. Me preguntó Hoàng por qué repentinamente estaba tan triste, pero cómo podía explicárselo.

Cuatro años universitarios pasaron tan rápido como un guiño sin muchos acontecimientos. Hoàng y yo nos separamos, terminamos un buen amor que, sin embargo, trajo tantos problemas potenciales que supimos que no podíamos resolverlos nunca. A veces salíamos como dos buenos amigos íntimos. Me gustaba más así. Aunque sea interesante un libro de aventuras, el desenlace se revelara al terminarlo. Tal vez fuera un buen libro, sin embargo, no pudieron seguir leyéndolo para siempre.

Perdí el contacto con Tuân desde aquel día. He vencido ya el sentimiento de vacío hace mucho tiempo, pero cualquier memoria de Tuân hace que mi alma se sienta emocionada, como una tecla descuidada que de pronto se pone temblorosa cuando se cepilla y se toca después de varias temporadas olvidadas. Después de mis veinte, ya no soy una chica inocente de 18 años que no entendí ni el corazón de Tuân ni el mío tampoco.

Quizás estuviera enamorada de Tuân sin darme cuenta hasta mucho después, o quizás solo utilicé una imagen completa del pasado para engañar las inocencias mías en el presente. Sin embargo, solo sé una cosa, después de todos los acontecimientos, mi sentimiento tranquilo se quedó para siempre en las tardes lluviosas en que me senté al lado de Tuân balanceando las piernas en el balcón, escuché sus cuentos fabulosos pero placenteros, y respiramos en todo el pecho el olor acre de las margaritas empapadas por la lluvia.

–Fin–

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